Todas las asignaturas que cursé en la Universidad fueron iguales, menos una.
Acabando ya mi periplo académico, escogí una asignatura de libre configuración con una temática especial: la relación entre la cooperación al desarrollo y la tecnología. Era una Escuela de Ingeniería donde habitaban (y todavía lo hacen) algunos soñadores sin fronteras. Pero no fue esa la diferencia.
En la mayor parte de las asignaturas el papel del alumno era pasivo: sentarse en el sitio más discreto, escuchar durante una hora, tomar apuntes, perder el hilo de la explicación, pedirle los apuntes a un compañero, eventualmente dejar de acudir a las clases por sentirlas inútiles, y en el caso de las asignaturas de matemáticas buscar una buena clase particular. El modelo era: uno habla, 150 escuchan, las interacciones profesor-alumnado reducidas al mínimo, y las “alumnado-alumnado” materia de ficción.
En las reuniones políticas verdes veo repetida demasiadas veces la misma colocación: un grupo pequeño de personas enfrente, y un gran número de oyentes que mira hacia ellos. A veces, una reunión así se llama Asamblea, pero los participantes, que en teoría deberían de dirigirse los unos a los otros, se acaban por dirigir a la tribuna. Algunas conferencias así configuradas tienen el cuajo de llamarse “Mesas Redondas”. ¿Redondas? ¡JA!
Cuántas veces, incluso bajo el discurso de la horizontalidad en el que todas somos iguales, acabamos por dejarnos llevar por los límites existentes sin darnos cuenta. En este caso, limitadas por la arquitectura, porque ¿alguien vio algún “asambleódromo” que no fuese así? Lo tenemos tan en la cabeza que hasta las parodias de grupos políticos con la vitola de asamblearios se hacen con ese formato.
Haz algo grande: mueve una silla.
Eso fue lo que hizo diferente mi asignatura de las demás: movimos las sillas. Las movimos y dejamos de mirar al profesor para mirarnos a nosotros. Jorge Coque, nuestro docente, se quitó el sombrero de “enseñante depositario del conocimiento” para sentarse con nosotras en círculo a ser facilitador de nuestro aprendizaje. Se acabó el ir a clase a pasar el rato. Comenzaron las interacciones entre compañeros, algo que la geometría anterior no facilitaba.
Hasta la fecha ha habido muchas reuniones de Equo con el mismo formato que mis vetustas clases universitarias, encastradas en una arquitectura igualmente vetusta. Me encantaría ver una asamblea circular. Me gustaría lanzar el premio a la Asamblea Circular de Equo 2013 a quienes se atrevan a reconfigurar los asientos, y a dejar que la nueva forma de verse las caras guíe las interacciones. Sería ilusionante ver fotos de esas reuniones circulares, y conocer qué sienten quienes las realizan al pasar a dirigirse al conjunto de sus compañeras.
Con 10 personas es fácil hacerlo. Pero lo grande sería hacerlo con 30, con 50. ¿Se atreverá la Mesa Federal con un centenar? Ver una Asamblea de 300 personas configurada así sería fantástico. ¿Creemos en Equo que la configuración en semicírculo de los Parlamentos es la correcta, o más bien demoleríamos el hemiciclo y construiríamos varios círculos concéntricos en su lugar?
Quede convocado entonces este premio simbólico “Asamblea Circular de Equo 2013“. Quienes hagan este cambio a la vez pequeño y relevante verán cómo merece la pena. ¡Enviadme las fotos!