Uno de los proyectos en los que estoy metido tiene que ver con la basura electrónica. En este artículo, publicado en ICTWorks, repaso los dilemas morales relacionados con su posible exportación y la situación de quienes ahora mismo se ocupan de su precario reciclaje. Si entiendes inglés, te recomiendo el artículo original: “The moral dilemmas of e-waste“. Si no, aquí va una traducción.
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Los residuos electrónicos aumentan. Cada vez se desechan más ordenadores, teléfonos y otros dispositivos electrónicos, como muestra el mapa mundial de los residuos electrónicos elaborado por StEP. La obsolescencia programada y percibida nos hace comprar cada vez más, los tiramos cuando no los consideramos ya útiles, pero no hay mecanismos de reciclaje adecuados. Como resultado, la basura electrónica se acumula. Los diferentes enfoques de gestión de residuos electrónicos se pueden presentar como un dilema:
A) La basura electrónica contiene elementos peligrosos. Los componentes electrónicos contienen tóxicos y su manipulación sin las herramientas adecuadas puede liberarlos fácilmente, provocando daños ambientales y de salud. Hasta el momento habían sido utilizados principalmente en los países más industrializados, y vertidos en algún otro lugar cuando finalizan su vida útil. Aunque la geografía de este mercado está cambiando poco a poco, algunos países siguen siendo conocidos receptores de e-waste. Ghana, por ejemplo, está atrapada entre el deseo de modernizarse comprando y reparando tecnología, y los efectos dañinos de la misma cuando no es reutilizable. La basura electrónica acaba en los vertederos, donde hay niños trabajando por menos de dos dólares al día que ponen en peligro su salud respirando vapores tóxicos y estando en contacto con materiales peligrosos. Después de todo, no tienen la tecnología necesaria para manejar ese material adecuadamente. Las exportaciones de basura electrónica deben por tanto terminar. Por eso una prohibición estricta como la que se propone en la Convención de Basilea tiene sentido (llevándola incluso más lejos hasta prohibir cualquier exportación de basura electrónica), y por eso hay que apoyar el trabajo de contrarrestar el mercado ilegal.
B) La basura electrónica es una fuente de ingresos y de una incipiente industria local. Los metales y plásticos se pueden extraer de los aparatos electrónicos y venderse en mercados locales para ser refundidos y reciclados, cerrando así el ciclo de los materiales. En Ghana, muchas familias del norte envían a sus niños a trabajar al vertedero porque valoran más el dinero que consiguen, poco pero continuo, que los ingresos irregulares de la agricultura. Para algunos países occidentales no tiene sentido extraer manualmente los metales de la basura electrónica, porque conlleva mucho trabajo manual, mientras que para otros países con sueldos más bajos es más adecuado. En contraste, componentes como los circuitos impresos sólo pueden ser reciclados en unas pocas fábricas en el Norte global (y ahora en la India también, por Attero) y por tanto pueden ser exportados de nuevo, siguiendo una filosofía llamada “Lo mejor de los dos mundos” (PDF, 1Mb). Mejorar el sector informal, incluyendo las condiciones de salud y seguridad de los trabajadores, podría resultar en una industria local del reciclaje electrónico.
Estas son las dos caras del dilema moral sobre el reciclaje electrónico desde una perspectiva global. Cuando comenzamos a desarrollar el concepto de Recyhub, un proyecto dedicado a desarrollar herramientas de bajo coste y de tecnología simple para trabajadores informales en el reciclaje electrónico, nos vimos confrontados con él. ¿Debíamos detener nuestro proyecto y volcar nuestros esfuerzos en apoyar la prohibición? ¿O debíamos ignorarla y enfocarnos en las pequeñas economías creadas por las, en ocasiones ilegales, exportaciones de basura electrónica? Recibimos este comentario de parte de una persona cercana a la administración local en Ghana: “Si se supone que queremos acabar con la basura electrónica, ¿por qué íbamos a apoyar vuestro proyecto, que la promueve?”
Para encontrar una vía de salida al dilema tuvimos que desconstruirlo ligeramente. Los flujos de basura electrónica no están compuestos únicamente por exportaciones, sino cada vez más por aparatos que se desechan dentro del país. Así que incluso si todas las exportaciones se prohibieran, los recicladores informales aún serían capaces de procesar la basura electrónica local, y los problemas medioambientales, sociales y de salud seguirían presentes.
Merece la pena encontrar una solución que considere ambas partes del debate. Idealmente, aquellos que defienden la prohibición de las exportaciones deberían reconocer que la basura electrónica es una fuente de ingresos para un número relevante de personas. Por otra parte, los defensores de la “basura electrónica como fuente de materiales” deberían pedir mejores leyes internacionales que garanticen que este mercado no se convierte en un vertido oculto. Tienen que reconocer también que la situación actual provoca daños medioambientales, suele implicar trabajo infantil, y amenaza la salud de los trabajadores, en lugares donde la tecnología necesaria para un reciclaje adecuado no está disponible. El enfoque de Recyhub pretende encontrar un punto medio. Queremos ayudar a empoderar a los recicladores informales con el uso de herramientas sencillas que mejoren sus ingresos, eviten el vertido de materiales tóxicos, y respeten su salud, vengan de donde vengan los aparatos electrónicos.
Para acabar con los efectos negativos de la basura electrónica es necesario un esfuerzo global más completo, del cual el reciclaje sólo debería de ser la última fase. Primero, el mercado debería ser ocupado por diseños modulares que permitan actualizaciones de los componentes mientras que los aparatos duran de por vida. A continuación, los materiales deberían de ser obtenidos éticamente, siguiendo la línea ya comenzada por Fairphone. Una nueva relación con la tecnología como la promovida por The Restart Project ayudaría a incrementar la vida útil de los dispositivos (reduciendo así la demanda de nuevos). Por último, el ciclo de los materiales se cerraría reciclándolos todos, el camino que Recyhub quiere seguir.
La situación en este momento es como sigue: la prohibición propuesta sobre basura electrónica veta la exportación desde países supuestamente “desarrollados” (en la OCDE) hacia países “en desarrollo” (fuera de la OCDE), aunque las transacciones entre dos países fuera de la OCDE no están afectadas. La basura electrónica continúa creciendo en todas partes, con países tradicionalmente receptores que ahora generan grandes cantidades de sus propios residuos de alta tecnología. La situación en el sector informal es grave, y los jóvenes trabajadores dañan sus vidas y su entorno a cambio de una vida precaria. ¿Escogería el lector A) prohibir las exportaciones como la causa de todos los problemas? ¿O preferiría B) aceptar la situación tal y como está, buscando mejorarla? Nosotros ya hemos dado nuestra opinión, ¿que haría usted?