Era importante estar en Barcelona, última parada de este tour, para conocer a quienes contra viento y marea han estado construyendo Equo en Cataluña, pese a todos los problemas, presiones y dificultades. El equipo humano que me encontré debatía de forma animada, dinámica, daban la impresión de entenderse muy bien entre ellos, y creo que coincidirán conmigo en que involucrar a más mujeres tendrá un efecto aún más positivo.
A lo largo de todo el estado han llegado a Equo gentes que se han apuntado sin tener muy clara la idea de lo que era este proyecto. Gentes que conectaron con el surgimiento de una nueva fuerza política de este tipo y con este discurso, con la confianza de poder contribuir a hacerlo crecer y desarrollarse. Ese fue el espíritu que vi en Barcelona. La sesión que organizaron fue una mesa redonda donde también estaban otros dos candidatos a la Gestora: Carolina López y Alberto Mancheño.
La relación con ICV es un elemento siempre presente. Iniciativa per Catalunya Verds es un partido verde consolidado, con experiencia de gobierno, y porcentajes de voto en torno al 10% de forma general, algo muy alejado de los resultados de cualquier otro partido verde en España. Forma parte del Partido Verde Europeo, algo a lo que Equo también aspira. La cuestión es que el Partido Verde Europeo les pide a todos sus partidos miembros que no compitan electoralmente. Eso significaría que en las elecciones europeas Equo e ICV deberían de presentarse juntos, y también, de crearse Equo en Cataluña, en las elecciones catalanas y locales. O bien presentarse juntos, o bien que uno de los dos renuncie a presentarse.
Lo que el Partido Verde Europeo no dice es que sólo deba de existir un partido en cada territorio. Hasta donde yo se, y que sean ellos quienes me corrijan, el PVE daría por buena la existencia de Equo en Cataluña siempre y cuando haya acuerdos electorales. Es comprensible que ICV no lo vea con tan buenos ojos, porque supondría compartir parte de su espacio político, y siempre es más cómodo tomar decisiones electorales propias que negociadas.
Lo bueno de la existencia de una asamblea de Equo en Cataluña es que hay gente que estaría involucrada en el proyecto de la ecología política, y que de otra forma a través de ICV nunca lo iba a estar. Citando una de las frases de la reunión: “¿Aún no han entendido que no queremos estar en ICV?”
Desde mi punto de vista, Equo ha de seguir su implantación territorial por igual en todos los territorios, tal y como aprobó en su Asamblea Constituyente, y podría encontrar, también, vías de colaboración con ICV. Aunque no lo comentamos en la reunión, repito una idea que he oído: ¿por qué no invitar a los grupos de trabajo a todos aquellos que en Cataluña quieran trabajar a nivel estatal? De las bases a las bases.
En la ya habitual sesión de luces y sombras, el principal argumento a mejorar fue la gestión del “tema catalán” desde la Comisión Gestora. Se veía que podía ser más descentralizada, menos centralista, y que los acuerdos que influían en los socios de Equo en Cataluña podrían hacerse en el futuro próximo garantizando que éstos participarán en los mismos. Otra de las cuestiones que se resaltó fue la falta de más profesionales, expertos y científicos, y la voluntad de querer ser un proyecto autónomo, y poder “ser lo que queremos ser“. Y una con la que coincidían con otros territorios: no a las prisas.
Entre los aspectos positivos figuró el potencial humano, algo que se repite territorio tras territorio. El espíritu de trabajo, la voluntad de cambio, y el potencial del proyecto. Había quien lo consideraba “la primera oportunidad de cambiar y crear un partido al servicio del pueblo“. La Equomunidad es también vista como un paso adelante, como una herramienta que debe evolucionar para ser un referente en la política estatal, implementando mecanismos de democracia directa, construyendo ese nuevo modelo de partido.
En Cataluña hay partidarios de la Equomunidad y del uso de la tecnología para la acción política. Pero cuando pregunté por cómo integrar el aspecto presencial, todos querían salir a hacer asambleas en los pueblos, a contactar con la gente, a debatir cara a cara, y a hacer un trabajo desde abajo hacia arriba, que luego se integraría con lo virtual. Cómo no salir de allí siendo optimista.
Apuré la reunión al máximo (o me apuraron, debería decir, porque no tenían muchas ganas de dejarme marchar), y subí al taxi hacia el aeropuerto. Gran conversador como los de su gremio, el taxista se encargó de recordarme lo frío que estaba todo por encima de los Pirineos, lo que coincidía con lo que decía mi teléfono: 13 bajo cero en Bruselas. Apreté los dientes, y subí al avión con el Capitán Alatriste en la mano. Después de la gira española, yo también volvía a Flandes.